
Ante algo nuevo siempre surgen miedos, dudas y detractores, y sobre los alimentos modificados genéticamente son muchos los que no tienen una idea clara ni de qué son ni de si tienen riesgos reales para la salud por su consumo.
Desde que se aplicó a la producción industrial de semillas la nueva tecnología de recombinación de ADN, más o menos a principios de los años 90, corren ríos de tinta en las revistas de divulgación científica y son muchos los indignados en los foros de Internet.
No es para tanto, en realidad desde que el hombre es agricultor ha seleccionado los mejores cultivos y semillas para dar de comer a los suyos. Podríamos decir que esta selección genética aplicada a los alimentos transgénicos se trata de eso, de mejorar la agricultura y aumentar su acceso al mayor número de personas.
¿Qué es un alimento transgénico y para qué se crean?
Todos los organismos vivos, sean plantas o animales, están constituidos por genes que les diferencian. Los alimentos transgénicos son el resultado del traspaso de parte de sus genes entre diferentes especies, para dar lugar a una nueva y mejor variedad.
Así, cualquier organismo que posea una combinación nueva de material genético, ya sea por la introducción de un nuevo gen o por la supresión del mismo, puede considerarse un Organismo Genéticamente Modificado (OGM).
Según los defensores de esta práctica, con la modificación genética se pretende lograr alimentos mucho más resistentes y con unas cualidades nutritivas más beneficiosas para el ser humano.
Podemos hablar de un maíz resistente a los insectos, tomates que duran más de seis semanas en la nevera sin estropearse, un arroz rico en vitamina A, cosechas que aguantan sequías y crecen en suelos alcalinos, cultivos que sobreviven a herbicidas e insecticidas, plantas que resisten determinadas plagas de insectos, frutas con mejor sabor y con una maduración más lenta, café sin cafeína, legumbres con más proteínas, etcétera.
Aunque como siempre en materia de alimentación, la última palabra la tiene el consumidor, por lo que a continuación intentaremos exponer los argumentos a favor y contra esgrimidos por los expertos sobre la conveniencia o no de su producción, comercialización y consumo.
Argumentos de los expertos a favor de los transgénicos
Los transgénicos son productos que están sometidos a constantes controles y análisis por procesos muy rigurosos y exhaustivos, incluso superiores al que siguen los alimentos tradicionales.
“Las exigencias de seguridad alimentaria que se imponen a cualquier alimento transgénico, antes de su aprobación, son incluso mayores que las impuestas a los convencionales.”
Los expertos consultados en la materia coinciden en que no existe ninguna razón para pensar que los transgénicos son alimentos perjudiciales para la salud: “la polémica sobre la seguridad de los transgénicos parte de la ficción. Hoy se producen 40 millones de hectáreas de alimentos genéticamente modificados y no hay ninguna acusación concreta que se tenga en pie.”
Otros expertos en biotecnología también opinan que no ofrecen peligro alguno ya que los vegetales modificados parten de otros vegetales “normales” y que no presentan riesgos, por lo que el consumo de los nuevos sigue siendo totalmente inocuo.
Los datos del departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA) dan como cifra fidedigna que en el año 2000 había más de un billón de plantas transgénicas en su suelo, sin que se hubieran objetivado alteraciones que comprometiesen el medio ambiente o la salud de sus habitantes.
Sobre su supuesta alergenicidad, en Estados Unidos se publicó el documento guía de la Comisión del Codex Alimentarius, en el queda establecido la obligatoriedad de probar si existe IgE (la inmunoglobulina ligada a la alergia) en cada uno de los nuevos productos.
Así como la exigencia de buscar en bancos de datos de proteínas por si las nuevas proteínas son semejantes a algún alérgeno ya conocido. Existen pues organismos públicos y privados en ambos lados del Atlántico que ejercen este tipo de vigilancia sobre los alimentos modificados, encargados de valorar el riesgo potencial para la salud antes de ser autorizados en el mercado.
Argumentos en contra de los transgénicos
Según estas definiciones de alimentos transgénicos, nos encontraríamos ante el país de las maravillas, un lugar donde la alimentación es perpetua y de calidad y en donde el fin del hambre en el mundo estaría al alcance de la mano, entonces ¿por qué se cuestiona tanto su producción? Greenpeace asegura que esto no es así, pues el 99,5% de los agricultores no desarrollan este tipo de cultivos, sino los tradicionales.
Los productos naturales son variables y, por lo tanto, el riesgo cero no existe. En este sentido, los detractores de los alimentos transgénicos apuntan que esta técnica de cruce de genes puede provocar la resistencia de las bacterias orgánicas a algunos antibióticos útiles para el ser humano, además de posibles reacciones alérgicas, ya que se desconocen las consecuencias a medio plazo tras su ingestión.
Los que desconfían de los transgénicos también hablan de hongos y virus que ante la resistencia de su ataque muten hacia especies más peligrosas y desconocidas. Y del posible impacto sobre la biodiversidad al provocar la desaparición de ciertos organismos, como los depredadores naturales de las plantas o de los insectos encargados de llevar a cabo la polinización.
Transgénicos y problemas de fertilidad
Greenpeace afirma que hay muchos problemas detrás de los alimentos transgénicos, pues ponen en peligro la biodiversidad y sus consecuencias son imprevisibles e irreversibles.
Según la ONG, este tipo de alimentos suponen un incremento del uso de tóxicos, contaminando tanto el suelo como la genética. Además, aseguran que este tipo de cultivo va a crear resistencias en insectos y vegetación que no se van a poder corregir.
El uso de Organismos Modificados Genéticamente (OMG) en la alimentación podrían causar problemas de fertilidad, según Greenpeace, pues se ha demostrado esta teoría en un estudio hecho con ratones de laboratorio, en los que eran alimentados con este tipo de comida modificada tenían menos descendencia que los homólogos que se alimentaban de alimentos cultivados de manera tradicional.
El etiquetado de los transgénicos, la mejor garantía
En 2016 entró en vigor en Estados Unidos la Ley Federal del etiquetado transgénico, por la que todos los alimentos (salvo excepciones) elaborados con ingredientes que hayan sido modificados genéticamente tendrán que indicarlo en el etiquetado (aunque deja libertad a las empresas para que den esta información directamente impresa o a través de medios digitales como códigos QR o mediante un teléfono de atención, medios menos accesibles para los consumidores que la etiqueta).
No obstante, a pesar de las fuertes medidas de control instauradas por la Unión Europea, los opositores consideran que resulta prácticamente imposible etiquetar algunos alimentos modificados genéticamente, como la soja, el trigo o el maíz, vendidos tradicionalmente a granel.
El futuro de la alimentación transgénica
Hasta finales de los años 90 la tecnología aplicada en estos superalimentos se dedicaba por entero a aumentar y mejorar el estado de las cosechas y su producto final.
En la actualidad, las investigaciones van más allá. Los transgénicos ‘de segunda generación’ se están utilizando para mejorar la salud.
Es el caso de emplear los alimentos como dispensadores de una vacuna frente al cólera o como vehículo en vacunas para alérgenos como en el caso del cedro del Japón.
El ideal sería que en esta segunda fase nutricionistas, ecólogos y biotecnólogos se uniesen en proyectos conjuntos de investigación, por supuesto con financiación transparente, e hiciesen de esta herramienta científica un mecanismo de mejora para la nutrición mundial.