Todas las relaciones de amor o amistad se iniciaron con un gesto que originó empatía, una sólida amistad o una pasión desenfrenada. Le pregunté a unos amigos cómo fue ese primer contacto… «Lo conocí durante una entrevista. Sin querer rocé su pierna y de repente su mirada, su sonrisa y sus gestos se transformaron en coqueteos y latidos acelerados que terminaron en juegos de alcoba».
El lenguaje corporal es un silencioso seductor que despierta un contacto afectuoso que nos hace receptivos para entablar cualquier tipo de relación, especialmente una sexual. Hombres y mujeres realizan sugestivos gestos de seducción que inician una atracción y una especie de excitación, antes de comenzar el juego de las palabras.
Para que una persona nos impacte desde el primer momento, es necesario que pase una prueba del consciente que evalúa su físico, su olor, su voz… mientras el inconsciente descifra signos sexuales más fuertes que calculan las posibilidades de formar una pareja emocional, intelectual, sexual…
Es innegable que el físico atrae la vista, pero son esas señales sensuales acompañadas de mensajes corporales como una mirada profunda.
Una cálida sonrisa, un guiño de complicidad, un gesto de aprobación con la cabeza o las manos, una caricia, un roce o un beso los que despiertan ese contacto afectuoso que nos hace más receptivos para iniciar una conversación que, tarde o temprano, los conducirá a las relaciones sexuales.
Expertos en comunicación analizaron los estudios gestuales dentro de una conversación y confirmaron que la actitud corporal representa el 65 por ciento de la comunicación y las palabras el 35 por ciento.
Tardamos de 3 a 4 minutos en formar la «primera impresión» y en ese corto tiempo decidimos, inconscientemente, quién nos agrada y con quién nos vamos a relacionar.
El lenguaje corporal femenino que se transforma en seducción comienza con gestos como tocarse el cabello, mojarse los labios, arreglarse la falda, mirar de reojo, cruzar lentamente las piernas con la punta del pie dirigida a la persona de su interés, desviar la mirada y.… jamás crean que es gratuito que una mujer le arregle la corbata o le sacuda la chaqueta al hombre que tiene cerca. Es un gesto posesivo y territorial, que le dice a las otras mujeres: aléjense que esto es mío.
Los hombres se arreglan la corbata, el cuello de la camisa, el cabello o se pasan un pañuelo perfumado por la frente. Cuando el hombre se para frente a la mujer que les gusta, suele separar las piernas. Esta posición acentúa la inconsciente exhibición de la entrepierna y si se trata de un experto conquistador, le lanza una mirada firme a los ojos e inicia un ‘paneo’ disimulado a ese ‘cuerpecito’ que desea colonizar próximamente.
La mirada también cumple su misión dentro de la comunicación no verbal. Es indudable que existe atracción sexual si miran repetidamente a los ojos. Si fijan la mirada más de tres segundos, suben ligeramente las cejas y si se le dilatan hasta las pupilas, confirmado: hay atracción sexual. Pero si el cuerpo y el rostro se ven tensos o con una mueca de disgusto; colocan un objeto en medio y cruzan la pierna en sentido contrario a la persona que les habla, la cosa no va bien.
En contravía o no, el lenguaje del cuerpo representa un alto porcentaje del mensaje y refleja el nivel de autoestima, la sensualidad y las preferencias sexuales que posee una persona. Marc Salem, experto en lenguaje corporal, asegura que para descifrar los mensajes corporales solo se necesita tener sentido común.
Y Cicerón planteó que: «la frente, los ojos y el rostro engañan muchas veces, pero la palabra muchísimas más». Si aprendemos a diferenciar los gestos amables de los melosos o las miradas de amistad de las que invitan a la intimidad, pronto sentiremos danzar por nuestro cuerpo esas caricias sin reservas, con un acorde armónico de seducción que tuvo su origen en ese gesto que propició el compás de la conquista.