Un estudio de observación global, elaborado por la Universidad McMaster en Canadá, el cual analizó alrededor de 130.000 personas en 21 países, evidencia que consumir tres porciones de productos lácteos al día es beneficioso para reducir el riesgo cardiovascular.
La leche y sus derivados son esenciales en nuestra dieta. Y los expertos citan varias razones. Para empezar, son una buena fuente de proteínas de elevada calidad. Contienen también lactosa, que es el azúcar natural de la leche, y vitaminas como la A, la D y la B12. Y, por último, son una excelente fuente de calcio, un mineral de gran importancia tanto para la formación de huesos y dientes como para la prevención de la osteoporosis.
Además, en el caso de los yogures naturales y otras leches fermentadas, estos productos se incluyen dentro del grupo de alimentos probióticos, que poseen algunos efectos beneficiosos en el organismo. Entre ellos se encuentran mejorar la respuesta inmunitaria, reducir las molestias en personas que tienen mala absorción de lactosa o proteger al intestino contra microorganismos patógenos.
Por eso, la leche, los yogures y los quesos son, sobre todo por su contenido proteico y el calcio de fácil asimilación, alimentos de gran valor nutricional.
Son nutrientes muy importantes sobre todo en la etapa de crecimiento y desarrollo, ya que son las etapas en que debemos preservar la masa muscular u ósea, de forma que, aunque su consumo es necesario a cualquier edad, es especialmente importante en los primeros meses de vida, la niñez, durante la adolescencia y también en las personas mayores de 65 años o en situaciones fisiológicas especiales como el embarazo y la lactancia.
Ingesta recomendada
Pero, ¿qué tipo de lácteos se deben consumir si prestamos atención a la salud cardiovascular?
Todo depende del estado de salud de cada persona debido al contenido graso de estos productos. En algunos casos, como en los que haya obesidad o dislipemia, debemos intentar reemplazar la leche entera, que tiene un alto contenido en grasa, por leches desnatadas.
Además, los quesos curados y semicurados también deberíamos reemplazarlos por quesos que tengan un menor contenido en grasa.
En personas con intolerancia a la lactosa, una de las opciones que tenemos es reemplazar la leche normal por bebidas de soja o productos de la leche, como son los fermentados. Estos últimos contienen menos lactosa que la leche. No obstante, personas muy sensibles pueden manifestar sintomatología clínica por la ingesta productos fermentados de la leche.
Así, en condiciones normales de salud deberíamos consumir de dos a tres raciones de lácteos al día atendiendo a nuestra edad, situación fisiológica y patológica.
Conseja de los expertos de nutrición.
Dentro de las leches, no se incluya ninguna que sea entera, y que cada uno de sus productos tenga un máximo de grasa establecido.
Por otra parte, las leches y los yogures no deben tener azúcares añadidos dentro de su formulación. Y en el caso de los quesos, tienen un máximo establecido respecto al contenido en grasa total que es distinto al contenido que podamos encontrar en las leches.
Además, para poder proteger nuestro corazón y combatir la enfermedad cardiovascular, todos los productos lácteos deben encontrarse por debajo del contenido de sal recomendado.